lunes, 19 de mayo de 2014

El Señor de las Pesadillas



A veces cuando voy a dormir y no he leído una buena historia, o no he visto una buena serie; en fin, no me he empapado de una buena trama, me siento vacía. Es como si de repente fuera a ducharme y se cortara el agua, como si fuera a tomar once y no hubiera té, o como si alguien más hubiera usado la última vuelta del rollo de papel higiénico. 


Entonces, por lo general, busco una historia. Y en muchas de esas ocasiones, terribles y placenteras, leo algo tan terrorífico, veo algo tan grotesco, que el suspenso se cuela en mis entrañas. Y se cuela de tal manera, que entonces tener la mente en blanco se vuelve la montaña más grande, más que salir de la cama a lavarse los dientes en pleno invierno.


Por eso con mi amiga Josy tuvimos un debate del porqué, ¿por qué rayos y centellas no podemos poner un filtro a la hora de dormir? 

Recuerdo una vez en particular, cuando leí de corrido, mejor dicho me devoré el Psicoanalista de John Katzenbach (si pueden leerlo no lo duden). Para no arruinar la historia diré que el protagonista se ve sometido a una encrucijada en la cual debe suicidarse, so pena de muerte de alguno de sus familiares. La historia me llegó a un punto tal que al caer la noche, antes de apagar las luces, sentía que había alguien fuera de mi habitación. Fue terrible.


Entonces qué es lo que te lleva a leer ese tipo de cosas, ¿es tu mente lo suficientemente débil para sufrir como el protagonista o sientes un profundo éxtasis al ver cómo corre la presa?


Así como puedes entender el dolor y sentir la tristeza en medio de una película en el cine, o como puedes saltar de tu asiento en una historia de terror, también puedes querer ser el ladrón, el asesino, el sicópata, el decadente… el Hannibal caníbal de El Silencio de los Corderos, el mafioso Vito Corleone de El padrino, el Moriarty de Sherlock. De alguna manera sientes como sale a flote el Mister Hyde del doctor Jekyll que también eres. 


Es más que empatía. Es tu lado B despertando, mostrándose con una simple historia. No estoy tratando de decir que todos seamos unos sicópatas en potencia (o sí?). Mas bien, mi tesis sería que a través de la ficción podemos permitirnos vivir algunas fantasías y no volvernos criminales en el intento. 


Es así como el relato en su plano audiovisual, las imágenes, los sonidos, finalmente no son los que más prevalecen. Son un complemento, porque lo que llega es el personaje: sus diálogos, sus expresiones, el que seas uno con él y repercuta en tus emociones.

Los personajes bien desarrollados son poderosos y trascienden. Si no me creen hagan este ejercicio: vayan al cine y a la semana piensen en qué es lo que recuerdan. Si el personaje no era representativo o la trama era mala, solo verán nubarrones de los efectos especiales.


En fin, si descubren la técnica para dormir en paz compártanla con nosotras.


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