No sé si la razón que me lleva a escribir esto fue el
impacto que tuve al leerlo cuando era niña, o el simple hecho de que toda la
vida he tenido gatos.
Doy gran mérito a este cuento, así como a
todos los contenidos en el libro compilatorio de éstos: “Narraciones
Extraordinarias” y a su autor Edgar Allan Poe, por la gran historia desarrollada. Este escritor, logra en pocas páginas transmitir tal grado de horror y entendimiento, producto de
la degeneración del protagonista, poniendo los pelos de punta.
Aquí un poco de la violencia y locura incitada por la
desvarianza del alma del personaje principal.
Una noche en que volvía a casa
completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me
pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por
mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una
furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara
de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra,
estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un
cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y,
deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras
escribo tan condenable atrocidad.
No pondré nada más debido a lo corto de la narración. He querido compartir un poco de la sensibilidad del autor, por si aún no han
leído del reconocido Edgar Allan Poe: creador del relato detectivesco,
indagador de lo macabro y amante de la ciencia ficción. En lo personal su lado macabro
es el que más admiro.
También recomiendo de ese mismo libro el relato The Fall of the House of Usher, la
caída de la casa Usher. Este relato, en un evento de gran magnitud, representa el
terror y la ficción en una desnudez cruda.
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